Los niños son exploradores natos y ven la realidad de una forma muy diferente a los adultos. Si estos consiguen encauzar esa curiosidad natural de forma que, sin limitar su creatividad, aprendan cosas útiles para convertirlos en futuras personas solidarias y divertidas, la tradicional y aburrida "educación", puede ser una aventura en lugar de un tedioso proceso de memorización.