Imagina que tus padres te envían a pasar las vacaciones con tus estrafalarios abuelos en una casa perdida en un lugar llamado Punta Escondida, lejos de tus amigos y de la Play. No parece el mejor plan, ¿verdad?
Imagina ahora que tu abuela cocina tartas mágicas capaces de hacerte volar por los aires, que tu abuelo tiene un laboratorio lleno de inventos alucinantes y que en el desván vive un tipo verde y enorme llamado Rex que, a pesar de sus terroríficas fauces y su larga cola, es de lo más encantador. Eso ya suena bastante mejor, ¿no?
Y si además conoces a una niña un poco rarita pero muy simpática, y vivís juntos la mayor aventura que jamás hubieras imaginado, entonces puede que estas sean las mejores vacaciones de tu vida...
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«El pueblo de Bahía Calamar parecía sacado de una de esas postales que le enviaban mamá y papá cuando salían de viaje de fin de semana y él se quedaba con la canguro: no muy grande, con calles empedradas y casas con fachadas pintadas de rojo, amarillo, azul, rosa... Si hubiese una palabra que lo definiese a la perfección, esa palabra sería ABURRIDO.
El camino de la costa no era más que un camino de tierra, con la playa (enorme, de arena fina y blanca) a un lado y, al otro, un frondoso bosque de enormes robles, hayas y muchos otros tipos de árboles que él no conocía... Tal vez tilos y fresnos. Max caminaba pensando en lo desafortunado que era, en lo mucho que echaba de menos la ciudad, a sus amigos y sus videojuegos. En lo maravilloso que habría sido el verano con todos esos largos días por delante para jugar con la consola en el sofá de su casa, ver la tele y bajar de vez en cuando a la piscina del lujoso bloque de pisos en el que vivía con sus padres.
Tan inmerso en esos pensamientos caminaba, que no se dio cuenta de que alguien le seguía, escondiéndose entre los árboles...»