«Como en la serie del detective Columbo, conocemos la identidad del villano, pero aún hay que cuadrar cómo el investigador fundamentará su caso.» Jake Kerridge, The Telegraph
Hasta hace muy poco El caso Lerouge (1863) de Émile Gaboriau y La Piedra Lunar (1868) de Wilkie Collins se disputaban el honor de ser la primera novela de detectives. Hoy, sin embargo, especialistas en el género como Julian Symons y Paul Collins conceden ese privilegiado puesto a una novela publicada por entregas en 1862 (luego, en forma de libro, en 1865), El misterio de Notting Hill , escrita bajo seudónimo por el abogado Charles Warren Adams. En ella, el investigador de una empresa aseguradora debe aclarar las circunstancias de la muerte de la esposa del barón R., que al parecer se envenenó con ácido prúsico después de entrar sonámbula en el laboratorio de su marido. Mediante la reunión de una serie de documentos ?diarios, cartas, declaraciones, informes científicos y hasta un plano de la «escena del crimen»?,la novela plantea el misterio anticipándose a la técnica objetivista de Wilkie Collins y recrea con profusión y gran habilidad un mundo de extremos y oscuridades en la tradición del género gótico: herencias codiciadas, hermanas separadas en la infancia, sensibilidades mórbidas, espíritus maquiavélicos, hipnosis, sonambulismo y crimen. La resolución del caso le parecerá al mismo investigador tan imprevisible como «insondable».