Esta gran variedad desvela la verdad que se esconde tras el término clásico. Además del hecho de que un automóvil ha de ser lo suficientemente antiguo y peculiar como para que sorprenda y nos reavive el afecto, lo que hace que sea un clásico es, en última instancia, subjetivo. No hay automóvil alguno que alguien, en alguna parte, no quiera conducir, restaurar y sentirse orgulloso de su significado histórico. Hay, claro está, muchos más que causarían furor entre coleccionistas en una subasta. Hay también automóviles que quizás haya tenido o haya querido tener, o que quizás aún resuenen por su aspecto, sus funciones, su rendimiento o su capacidad para evocar una época, un lugar o un viaje. Cada uno tiene su propio lugar en el firmamento de los clásicos por haber desempeñado su papel en la larga y compleja evolución del automóvil.