El último morador de la vieja casona acababa de morir solo y abandonado por todos, y nadie quería saber nada de aquellas tierras malditas. Durante generaciones, los campos de dorados maizales situados en el corazón de Iowa habían sido el orgullo de los Hathaway y el sueño de la ambiciosa matriarca, Lavinia, obsesionada con encumbrar a la familia sin importarle a quién tuviera que destruir para conseguirlo. Ahora, su nieta menor, Meredith, que durante diecisiete años había intentado huir de los fantasmas que la acosaban, acababa de recibir una carta que la obligaba a mirar cara a cara el legado que había destruido el nombre antes célebre de los Hathaway.