Argumento de El Legado de Montsalvat Tomo I
La Inquisición de Occitania ha establecido su cuartel general en la antigua fortaleza cátara de Montsegur. El padre Tomás de Calatrava, de la orden de los Predicadores dominicos, dirige la institución pontificia con prudencia. Inocencio IV, el pontífice que se siente enfermo, quiere terminar con las herejías antes de morir. Con la finalidad de acelerar los procesos contra los cátaros envía a Montsegur a dos legados franciscanos, fray Dominique de Rais y fray Guillaume de Caen. Sus procedimientos férreos y su falta de escrúpulos a la hora de aplicar las leyes pontificias chocan con los métodos más suaves y pacientes de Tomás de Calatrava. Durante los meses de verano del año 1252, unos Perfectos cátaros recorren el Languedoc con la finalidad de dar esperanzas a sus creyentes, de hacerles ver que su fe sigue viva pese a la represión de la Iglesia. Estas esperanzas se fundamentan en unos documentos que transportan desde Lombardía hasta la última de las fortalezas que aún resiste los envites de las tropas del senescal real: Quéribus. Allí, en la frontera natural de los Pirineos, la religión de los Bons Òmes intenta sobrevivir. Los templarios, y los nobles desposeídos de sus pertenencias y sus tierras, los faidits, protegen a los Perfectos en su prédica. Un descubrimiento fortuito pone al descubierto una conspiración terrible, un secreto que, de conocerse, haría tambalearse los cimientos de la Iglesia católica. A causa de ese secreto, los cátaros están condenados a perecer entre las llamas de las innumerables hogueras que asolaron aquella próspera nación durante decenios. Entre esta trama, proscritos, cruzados de Francia sediciosos, y un extraño ser hirsuto que padece una enfermedad desconocida, la porfiria, que le hace sentir debilidad a la luz del sol, y que se alimenta en exclusiva de sangre fresca. Tomás de Calatrava se hallará en medio de un torbellino de acontecimientos que le hará cuestionarse su propia fe.1