Retorno al principio para llegar al final. En la introducción, hace Ignacio Sanz una lúcida contraposición entre lectores engatusados y lectores emperrados, entre escritores gatunos y colegas aperrunados. Apoyado en esta reflexión, si algún reparo le puedo poner a este libro, es que el orden alfabético como guía del desorden literario entraña, en su seguridad, algunos riesgos. Especialmente cuando el mecanismo se repite, cosa que Sanz ya hizo en su obra Tierra de Pinares. Sobre la cuadrícula de un cuaderno o en la jaula de un canario, la escritura y el canto se producen sin el desamparo del vacío, sobre el asidero de plantillas cartesianas y barrotes seguros. Porque el mayor placer para los lectores engatusados nace siempre de una página en blanco, cuando se abren las puertecillas de la jaula y el corazón palpitante del canario se precipita hacia el abismo de la libertad, o hacia las fauces del gato.