Cuando Malala era niña en Pakistán quería tener un lápiz mágico. Lo usaría para:
-poner un pestillo en su puerta; así sus hermanos no podrían molestarla.
-detener el tiempo para dormir una hora más cada mañana.
-borrar el olor del basurero que había cerca de su casa.
Pero, con el tiempo, su mundo cambió, lo mismo que sus deseos. Su derecho a ir a la escuela se vio amenazado... simplemente porque era una niña. En vez de un lápiz mágico, Malala cogió uno de verdad. Sola en su habitación, escribió sobre los desafíos a que se enfrentaba, pero sus palabras llegaron a gente de todo el mundo.