El arte de los jardines es absolutamente inseparable de la idea de representación, siendo esta un elemento esencial inscrito en letras mayúsculas en el gran texto de la historia de los jardines. De hecho, el jardín mismo es a la vez presentación y representación. En las tradiciones más variadas y a lo largo de los siglos representa la idea de paraíso, es decir, una esfera trascendente e inaccesible, el lugar fuera de representación por excelencia. Por tanto, la presencia real del jardín se refiere visual y conceptualmente a un invisible mítico y lejano.
El jardín funciona también como representación de ideas o alegoría, expresa los conceptos y las voluntades de su autor o de sus dueños, ilustra programas preexistentes, «traduce» el discurso de la época y así sucesivamente. Una «escritura» semejante requiere pues «leer» los grandes jardines como forma ejemplar de la representatio, teatro o catálogo razonado del mundo que pone en escena de la manera más completa posible el saber de una época.