Encontré Villa E de casualidad, un día muy gris y frío de hace un millón de años. Por aquel entonces, la casa aún estaba habitada por un fantasma de carne y hueso (poca carne, la verdad) que me contó grandezas antiguas y penas de ese momento, echándome encima una carga pesada de moho, frío y soledad a mantas. El día gris y lluvioso que pasé con aquella mujer me dejó toda la noche (todo el mes, todo el año) helado y triste...