Argumento de El íntimo Asedio
Ante todo hay una sospecha. Lo que está en uno mismo está en los otros. Una misma materia humana nos conforma, una misma esencia nos remite a alguna suerte de unidad. La pertenencia es la misma, pero cuál. Lo que alguien ha dejado de ser, tal vez lo esté continuando uno mismo, tal vez haya dado paso a un tiempo indistinto en ninguna bifurcación, en alguna cronología enmascarada en otra historia, pero igual. La ley inefable de la suplantación. El cuerpo sumiso como mero eslabón. La vida una como táctico misterio o como herida latente en el umbral mismo del conocimiento, en la frontera umbría de la visión. Humildad para despojarse por entero de lo que se piensa que se es, para dejar de simular una identidad tan propia como ajena, para bajarse irremisiblemente del ser. Comunión entonces de materias vinculadas en el origen, el germen de todo aleación. Del olvido se rescata el territorio fértil de la sombra.1