Muray nos hace observar cómo los hechos confirman los análisis de su obra original. En ella, nos advertía de que George Orwell se había equivocado por poco: La película-catástrofe del futuro no iba a ser tan negra, sino de rosa pastel. Se podía lograr lo mismo, alcanzar las mismas metas gregarias, llevar a cabo la misma aniquilación de la idea de persona, pero con menos costes y con alegría.