En ella se distinguen claramente dos clases de verdad: la verdad formal y la verdad material. La primera consiste en la adecuación del conocimiento consigo mismo, es decir, con sus propias leyes. La segunda, en su adecuación con el objeto determinado al que se refiere. Pero, en razón de la singular concepción idealista del objeto de conocimiento, esta última cobra un nuevo y peculiar sentido, que exige comprender la diferencia y la relación entre la verdad empírica y la llamada verdad transcendental.