Que Jesús tuviera sentido del humor es una faceta que ni por asomo pasa por las mentes de la mayoría de las personas. Y es que estamos marcados por la imagen que se nos ha transmitido de Jesús, el maestro solemne de profundas doctrinas, discutidor con los judíos, serio y severo con los discípulos, como una suerte de gran catedrático universitario. Esa imagen la vemos plasmada en la iconografía. Pensamos más en Jesús como intelectual y polemista que como simplemente humano. La teología tradicional, así como la catequesis y la predicación, han acentuado la divinidad de Jesús hasta el punto de que tendemos a olvidar su humanidad o la vemos como una especie de paréntesis o concesión.
La primera parte de estas páginas es el resultado de una lectura curiosa de los evangelios en clave de humor, no buscando doctrinas, sino tratando de leer entre líneas, observando las huellas más que los pies y teniendo en mente la visión de la vida típicamente mediterránea, para descubrir el posible sentido del humor de Jesús. En un segundo momento, el horizonte inicial se amplía y nos preguntamos, más allá de Jesús, por el espíritu festivo en el cristianismo. Así es como esta segunda parte se centra en la alegría y la fiesta en la vida del cristiano a la luz de los testimonios del Nuevo Testamento.