No es esta una novela más, de las muchas que se escriben a
diario. Es una novela hermosa, muy interesante, excepcional
para ser una primera novela.
Piedad Bonnett
Bruno Valenzuela tiene un solo interés: la muerte.
Muy joven fue marcado por ella, y desde entonces se
dedicó a comprenderla: visitó cementerios, exploró
los ritos funerarios de diferentes culturas y épocas,
conoció su simbología, asimiló su papel fundamental
en el desenvolvimiento de la historia, acechó experiencias
que pudieran parecérsele, y lo hizo todo con
tal devoción que se convirtió en un experto. Pero en
algún momento de su vida siente que tal vez toda esa
obsesión no ha valido la pena. No sabe si se ha dado
cuenta demasiado tarde.