Argumento de El Hijo Secreto del Papa Ratzinger
Se cuenta en la novela, la peripecia cuasi-detectivesca de Cristóbal Terradillos, abogado suspendido de ejercicio, hipocondríaco, mitómano, casanova fracasado y adicto a Google, que en complicidad con Miguel Palmero, policía al borde del ataque de nervios, con complejo de Rambo, depresivo y deprimente, y el doctor Tena, psicólogo con consulta ilegal, porrero profesional y violento enemigo de la telebasura, deberá resolver la extraña desaparición de dos viejas beatas, Doña Caridad y Doña Esperanza, habitantes de su misma extravagante y paradójica comunidad de vecinos madrileña. Esto se cuenta. Y se cuenta con constante y soberano cachondeo, el tono más apropiado para los apocalípticos y sicalípticos tiempos que vivimos, que el autor retrata con implacable coña, más coña que implacable. Estamos, pues (avisados quedan), en el mundo de "La Codorniz" y hasta del "Hermano Lobo", con algún toque de "El Jueves" y muchos más, propios de aquella generación (o generaciones) del humor. Que no por ello es necesario tomársela demasiado en serio (a lo burro), sino, por el contrario, muy a broma. Porque la vida, ya saben, es una broma. De mal gusto, quizá. Pero broma, al fin y al cabo. Y así, "en broma", como la vida misma, Gustavo Vidal pasa revista con garra cruel e incisiva a nuestra España en crisis. No solo económica, no. Sino también intelectual. Una España donde renacen y se conservan -en vinagre, pero bien conservados- el reaccionarismo y el nacionalismo más carpetovetónicos, inmovilistas y pedestres, aggiornados con teorías conspiratorias que visten de sayo nuevo viejas paranoias -masones incluidos-.1