Alwyn Tower está pasando unos días de verano en la casa de campo que su amiga Alexandra, una joven heredera norteamericana, posee en Francia. Una tarde reciben la visita de los Cullen, un adinerado matrimonio irlandés que, sumido en uno de sus continuos viajes, se halla de camino hacia Budapest a bordo de un Daimler conducido por un joven chófer. Larry Cullen es un perfecto ejemplar de esa aristocracia que se caracteriza por la buena salud y las pocas luces. Su esposa, Madeleine, una belleza entrada en años, llega al château acompañada de su último capricho: un halcón al que intenta domesticar y al que ha dado el nombre de Lucy. En el transcurso de lo que debería ser un inocuo aperitivo a la espera de la cena, asistimos a un torrente de revelaciones, formuladas en un sutilísimo plano psicológico, que no se detiene hasta sus ambiguas y serenamente fatales últimas líneas. Glenway Wescott es una de las figuras imprescindibles de la literatura contemporánea y El halcón peregrino es, probablemente, su obra más lograda.