Argumento de El Habitante del Tiempo
Unos versos del poeta clásico Lucrecio adornan el frontispicio de estos poemas: Todo, nos recuerda, se renueva sin cesar. Unos mortales crecen, otros decrecen, y en un corto lapso las generaciones van sucediéndose y se pasan, igual que corredores, la antorcha de la vida.
El flujo del tiempo, que es algo casi siempre más constatado que percibido, es el nexo común de los poemas reunidos en este libro, pero no como melancólicos cantos de nostalgia ni recuerdos del pasado, sino desde la emoción simbólica y el sentido de lo maravilloso.
Encerrados en estas páginas combaten como dos boxeadores el amor y la muerte; murmuran las piedras de una silenciosa abadía; se pierden los niños en el laberinto de espejos. El fuego vive en la muerte de lo que arde y como cometas también arden, contigo, los poemas.1