El funcionario poeta es el arquetipo de ese impulso al desdoblamiento, esa especie particular de necesidad de búsqueda de sí mismo del hombre en tiempos especialmente complejos. Kafka, Pessoa o Kojève aún ejercen en nosotros un raro atractivo: su peculiar toma de conciencia de sí como funcionarios es como una aureola, un aliciente estético que trasciende su obra, y que ejemplifica la vocación de los que aún no han asumido la derrota de sus sueños creadores.