Argumento de El Fruto de la Nada
El primer proceso de inquisición contra un teólogo de la Universidad de París durante la Edad Media fue el del Maestro Eckhart (1260-1328), dominico alemán que predicaba la posibilidad de que el hombre alcance aquí en la tierra una vida bienaventurada, asumiendo su origen y filiación divinas. Sus expresiones arriesgadas sobre el nacimiento del Hijo de Dios en el alma, la experiencia nihilista de Dios a quien llama «pura Nada», el vacío interior que el espíritu comprende como una muerte necesaria o el exilio del alma noble, todo ello condujo a sus acusadores a ver en su obra tesis heréticas. Pero la fuerza de su pensamiento filosófico y teológico tuvo, a pesar de la prohibición de su obra, una continuidad inmediata en el siglo XIV, en primer lugar entre los dominicos alemanes Heinrich Suso y Johannes Tauler, y después en san Juan de la Cruz, Angelus Silesius, Jacob Böhme y, ya en el siglo XX, en Martin Heidegger. El interés por Eckhart va más allá de la tradición europea y occidental; han sido los filósofos de la Escuela de Kioto, Keiji Nishitani y Hajime Tanabe, quienes han llamado la atención sobre su figura como un interlocutor privilegiado con las tradiciones asiáticas y muy especialmente con el Budismo Zen.
El fruto de la nada recoge algunos de sus más destacados sermones y tratados en lengua alemana, así como un conjunto de textos atribuidos al Maestro Eckhart (proverbios, leyendas y un largo poema) que proporcionan una idea completa del gran místico alemán.0