El fracaso escolar ocupa un lugar muy destacado en la controversia educativa. Sin embargo, bajo esta denominación se esconde una gran ambigüedad que produce en la opinión pública una notable desorientación, debida en parte a que se confunden problemas distintos: no es lo mismo el fracaso que suscita la no obtención de un título al final de la escolaridad obligatoria que el abandono escolar de aquellos que dejan los estudios o la evaluación de competencias básicas que publican las agencias nacionales o internacionales. Ocurre, además, que la discusión sobre el fracaso escolar sustituye muchas veces a la adopción de medidas adecuadas para reducirlo.