vivienda. Por ejemplo nunca pudieron quitar una mancha de sangre que volvía a aparecer cada vez que la limpiaban.
El fantasma empezó a pasearse por los pasillos para intentar atemorizar a los nuevos inquilinos, pero su sorpresa fue mayúscula cuando se dio cuenta de que ningún familiar tenía miedo ante su presencia. Este hecho provocó que el fantasma de Canterville comenzase a deprimirse. La depresión iba en aumento cada vez que el fantasma intentaba asustar a alguno de la familia. Además cuando lo intentaba siempre los hijos del señor Otis inventaban algo para perjudicarle y que acabara siendo él el asustado y tenía que marchase, atemorizado completamente.
Un día el fantasma, que no encontraba solución a su problema, decidió ir a la biblioteca de la mansión y cuando llegó allí y vio a la bella Virginia decidió que ya no debía permanecer más tiempo en esa casa después de reconocer a la dulce hija del señor Otis. Simón, que ese era el nombre del fantasma, estaba sentado en un sillón y le dijo a Virginia que él era ascendiente de la familia de Canterville y que estaba en la casa porque había asesinado a su mujer y que llevaba así unos trescientos años. Su decisión era que debía morir y para ello necesitaba la ayuda de una doncella que fuese pura y noble. Cuando el fantasma le comentó a Virginia su deseo esta accedió a acompañarle en su lecho de muerte y él, en agradecimiento, le regaló unas joyas antes de morir.
Una vez fallecido el fantasma, las flores de Canterville Chase volvieron a crecer y la mancha de sangre desapareció. Poco después Virginia se casó y por fin el fantasma pudo descansar en paz. El día de su boda Virginia fue interrogada por su marido sobre aquello que había pasado con el fantasma pero esta le dijo a Cecil que no le preguntase nunca sobre ello y que era allí junto al fantasma, donde había aprendido el significado de la muerte y solo podía ser vencida por el amor que sentían el uno por el otro.