Con posterioridad se estudian las vinculaciones de los romances leonés y castellano, señalando el entrecruzamiento de fenómenos lingüísticos, lógica consecuencia de las relaciones históricas entre los viejos reinos medievales y de la cercanía de las formas lingüísticas allí desarrolladas. Finalmente, el autor construye una hipótesis sugerente sobre la constitución del castellano a partir del solar cántabro, en el que convergían, por un lado las tendencias provenientes del oeste (del ámbito lingüístico astur-leonés) y por otro las procedentes del este, de naturaleza lingüística eusquérica: todo ello conformó la peculiaridad lingüística del castellano primitivo. Por otro lado, esta visión histórica le sirve al autor para replantear cuestiones que atañen al castellano (o español, término este preferido por el autor) en el siglo XX y en las peculiares circunstancias históricas en que se produjeron estos trabajos (final de la década de 1970, época de profundos cambios en la vida española).