Con estas palabras, el matemático francés del siglo XVII lanzaba su desafío a las generaciones venideras. Su último teorema, de apariencia tan simple que hasta un niño podía resolverlo, tuvo durante siglos a las mentes más brillantes enfrascadas en su resolución.
Pasaron 350 años hasta que un respetable inglés resolvió el misterio en 1995. Este teorema ya era por entonces mucho más que un Teorema. Vidas enteras fueron dedicadas a buscar una solución. Por ejemplo Sophie Germain, que tuvo que hacerse pasar por un hombre para investigar en una disciplina vetada a las mujeres. O el galán Evariste Galois, quien garabateó los resultados de su investigación bien entrada la noche antes de caer muerto en un duelo. O el genio japones Taniyama se suicidó desesperado por no dar con la solución.
Éste libro es la magnífica historia de una búsqueda científica sin precedentes, llena de ingenio, inspiración y perseverancia. Gracias a Andrew Wiles, obsesionado desde los 10 años con el Teorema, se ha revelado, por fin, ya no es un escrito. Ha dejado de ser una obsesión. Ya no es un misterio.