imagina que pasaría si tras un cónclave, con el mundo expectante dirigiendo sus ojos y esperanzas hacia el balcón central de la Basílica de San Pedro, se abren las ventanas y rodeado de ancianos cardenales aparece un joven laico, casado y padre de familia al que anuncian como el nuevo pontífice, ¿renacería la ilusión?, ¿confirmaría esto el carácter divino de la denostada institución o sería la primera piedra de una sangrienta revolución?