No hemos renunciado al amor. Hemos renunciado a la esperanza loca de vivirlo.
A las montañas rusas.
A querer acercar el polo norte y el polo sur.
A dejarse tomar el pelo por una caricia.
A perder la cabeza y estar enganchada a una relación tóxica.
Y así hasta que un día llega la joven Juliette a ocupar un piso vacío. Entonces el curso de sus vidas puede que tome un giro inesperado y la portería parisina se abra a nuevos o viejos habitantes.