En esta novela la ciudad es depósito de sensaciones lúgubres, extralimitadas, sucias ?a veces-, tiernas por compasión y pertenencia. El Yo omnisciente, el que nos cuenta, la primera voz, se sumerge en una ciudad donde todo sucede al margen; la frontera es el lugar limítrofe entre una ciudad que se expande por el éxito y el maquillaje y la otra ciudad sobreviviente, plena de antihéroes, atiborrada de sujetos deseosos de permanecer de modo, casi autodestructivo, en la plenitud de la lujuria y el desenfreno, porque total no hay que cuidarse ni brindar explicaciones a nadie. Lo fronterizo, entonces, surge como un personaje más y deviene carne y hueso. De tal modo, la aventura de nuestro personaje principal se despliega entre mujeres masturbadoras de sí mismas, serviles a las complacencias y gritos eróticos: Candy Dubois, la mujer más enigmática de la novela, se aproxima a Manuela Espotorno, reveladora viajera y hastiada paisana que emigra a París y Maruxa, la aparente debilucha y casquiliviana jovenzuela; todas ellas adoran el sexo y lo sentencian como primer pilar del presente, pues futuros no se vislumbran y la existencia es únicamente un hoy amargo, resbaladizo como la penetración de turno. Pavella Coppola Palacios