Las palabras que escuchamos en estas páginas son las de un hombre que celebra su arribo a la liviandad después de navegar la culpa y sortear la travesía echando por la borda el lastre de sus yugos. Al cabo de su íntima odisea, trasiego sin tregua de sentires y reflexiones, el poeta danza, libre y sin rémoras. Atrás han quedado «la trampa del remordimiento, el fardo del deber engañoso, la esclavizante negación de nuestro deseo, el rechazo tanático del placer». Son tiempos de trascendencia y exultación.