Pero contemplar a Cristo no nos enajena en una experiencia intimista o mística, al margen de la dolorosa realidad humana, sino que nos infunde energía para la lucha por la paz. Inmersos en un mundo que habita en permanente conflicto, donde se levantan muros de odio entre las naciones y de discordia entre los hermanos, este Crucifijo representa un motivo de esperanza y una urgente llamada a construir sin desfallecer la obra de la paz y la reconciliación.