El mal, el hombre, Dios y, en cuarto lugar, el cosmos. Esta es la secuencia de temas que desarrolla el pensador belga Adolphe Gesché en su peculiar dogmática Dios para pensar.
Toda reflexión teológica que quiera hacerse acerca del cosmos ha de esforzarse por pensarlo desde Dios. Sin embargo, la realidad creada es justamente el ámbito donde la teología entra en conflicto con las ciencias experimentales. De hecho, en la Modernidad la naturaleza se ha ido convirtiendo en el coto exclusivo de dichas ciencias, hasta el punto de ser consideradas las únicas vías de acceso a los secretos que las cosas guardan en su interior.
Por tanto, pensar la naturaleza desde Dios supone antes de nada buscar una «nueva alianza» entre ciencias y teología, entre leyes naturales que gobiernan la materia y leyes salvíficas que dirigen la historia y el mundo hacia un destino que tiene sentido. Con Heráclito, el hombre de cada época está invitado, en definitiva, a entender la creación como «juego y riesgo de Dios».