Años 30. Teresita y Paulino han desaparecido. Emprenden un viaje rumbo al sur, sin destino fijo. Lo hacen en unos días en los que el desconcierto se apodera de los vecinos que habitan las aldeas castellano leonesas en los meses previos al inicio de la contienda. En aquellas poblaciones de gente humilde donde todos se conocen, cualquier cambio o movimiento es detectado.
Los rumores sobre lo ocurrido corren como la pólvora.
Algunos piensan que han huido, otros que los han matado. Así arranca El color de los sueños , una novela en la que la verdad se esconde tras un camino teñido de grises por la crueldad de una guerra que se torna sangrienta para gentes pacíficas y austeras, fieles y leales. En esa España que cambia de color y sonido, con la armonía rota y que se dividía palmo a palmo, día a día, se forma el golpe que ocasiona la separación de Teresita y Paulino en tierras andaluzas, territorio aún desconocido para ellos.
Mi amado Paulino, abrazada a ti, entre sábanas blancas, acariciándome el pelo, oír tu voz y la sonrisa en tus labios, dan respiro a mi aliento... en mis sueños.
Juan José Castillo es un viajero de vuelta. Escribir siempre estuvo en su mente desde muy joven, pero debido a su profesión como músico le fue difícil sentarse y dedicar el tiempo que necesitaba para comenzar y finalizar una obra por corta que fuese. Nunca es tarde para dar rienda suelta a lo que tanto ilusiona, en el caso de Juan José su ilusión era publicar, aunque sabedor de que las críticas nunca faltarán, de hecho piensa que es necesario que existan y forman parte de este complicado mundo del arte de las letras.
Juan José Castillo se pone a escribir ahora que ha regresado a Málaga, este rincón andaluz donde nació y vivió parte de su juventud, y aunque hubiese querido residir en esta ciudad durante mucho tiempo, el destino quiso que se ausentara de su tierra, quizá durante más tiempo del que habría imaginado. No obstante, no han sido en vano sus viajes por tan diferentes regiones y países. En ellos encontró una ventana al exterior que le enseñó que el respeto, la cultura, la educación y la humildad son los pilares que unen a los pueblos.