Argumento de El Collar de la Memoria
Encuadernación: Rústica
Diez años después de la conquista de Granada por los castellanos (Safar del año 897 Hégira; enero de 1492), Abû Bakr, bautizado como Rafael Torres, se traslada a Almuñécar junto a su familia. El bautismo forzoso, la humillación y la desventura ya venían marcando desde entonces la suerte de esta familia de conversos (o cristianos nuevos), como ejemplo del resto de los millones de españoles mudéjares que impregnaban con sus artes y costumbres la vida urbana y rural de todo el país. Una España que dejaba atrás aquel espíritu conciliador del primer renacimiento europeo en árabe, que fuera Al Ándalus, un auge cultural y científico donde lograban prosperar las tres religiones. Un país que fue cerrado a finales del siglo XV y principios del siglo XVI a una única doctrina (la católica) por el papado y la corona (expulsando a moriscos y judíos); en el que ya comenzaba a rezumar la picaresca; donde pronto imperaría la intolerancia despiadada de la Inquisición y la discriminación por la supuesta limpieza de sangre; y donde las revueltas (fratricidas y comuneras) por la libertad y la supervivencia iban a ser decisivas. Además de Granada y Almuñécar, las ciudades de Andújar, Toledo y Úbeda son el escenario renacentista de este apasionante periplo novelado; un viaje donde el amor entre jóvenes de distinta fe (como el que embarga a Rafael y Juliana, nuestros protagonistas) resulta prohibido pero no imposible; y, donde a la vez, ambos personajes, en la casa de la mística de Úbeda llamada Yehudá, se aventuran en una nueva búsqueda espiritual, la vía sufí del conocimiento latente en el Islam.1