El civismo es ese tipo de relación marcada por el respeto al otro y la participación en la ciudad como espacio ético bajo la ley. Y si siempre ha sido necesario, más lo es hoy, cuando nuestra sociedad se hace más y más pluricultural.
Implica unos principios, como son la dignidad intrínseca de cada persona, su integridad física y moral, la libertad, la igualdad ante la justicia y el respeto a los demás.
Y exige la práctica de unas virtudes, de unos hábitos buenos de comportamiento: la sociabilidad, la benevolencia universal, la urbanidad, la cortesía, la amabilidad, la tolerancia y la hospitalidad.
Todo ello no es ni innato ni fácil. Es todo un arte y un talante que se aprende en la escuela de la vida y del ejercicio diarios, si queremos una convivencia humana digna de tal nombre.