El cielo de las cosas es una obra muy singular en la trayectoria poética de Basilio Sánchez (Cáceres, 1958), ya que la expresión en prosa de su voz poemática no había sido mostrada hasta la fecha en público. De ahí, que la Editora Regional de Extremadura, siempre atenta a las transformaciones y a las nuevas apuestas temáticas y estilísticas de los autores de esta Comunidad, haya dado a las prensas con rapidez este libro que abre una nueva vía en la obra de Sánchez al mismo tiempo que sintetiza las preocupaciones últimas de su habitual poesía: la atención al paisaje, los claroscuros del pensamiento, el pulso de la cotidianidad sublimada. "He pretendido dotar de significado.", nos dice el propio autor en una nota final. El empeño radical de su poesía es ése: no sólo nombrar las cosas del mundo, sino vertebrarlas, encontrar su sentido interno, qué las constituye y para qué.
A partir de una experiencia concreta, la ascensión a un antiguo castillo en mayo de 1999, Basilio Sánchez instaura un programa que requiere de la contundencia formal de la prosa y de la intensidad discursiva de la poesía para establecer los hitos del trayecto. Lo que rodea la ascensión, y lo que rodea a diario la vida interior del poeta, encuentra su correlato en estas páginas donde el ritmo interno se ha sobrepuesto al ritmo en verso usual en Sánchez. Una experiencia arriesgada pero con una consecución sobresaliente: en ningún momento se echan en falta los endecasílabos o heptasílabos que maneja con maestría Sánchez en sus libros anteriores (especialmente en La mirada apacible o Al final de la tarde); la intensidad del lenguaje de estos poemas en prosa es parangonable a aquellas otras composiciones en verso tradicional. Una intensidad que da al impresionismo de muchos de estos nuevos textos la necesaria cohesión interna para trascender los peligros de ese mismo impresionismo.
Por decirlo con otras palabras, podríamos aventurar que El cielo de las cosas se manifiesta como un impresionismo del alma, que va más allá de la simple mirada, del simple dejar sobre el papel los instantes vividos. O los recuerdos del ocio y el paseo. Casi como nos dice el mismo autor, este libro recoge y ordena, como en un puzle, los fragmentos que en la realidad deja lo eterno.