En nuestros días, más de seiscientos años después, Kenya y Roberto (13 y 14 años) tienen una afición poco usual para su edad: se dedican a explorar edificios abandonados. En una de sus peligrosas incursiones son testigos del asesinato de un conocido anticuario.
Dos años más tarde los jóvenes se encuentran de nuevo, y la anterior amistad (o algo más) que les unía, resurge.
Kenya tiene miedo porque siempre se ha sentido amenazada y, para combatir la desazón, ha empleado el tiempo en realizar averiguaciones por su cuenta. Ahora que Roberto ha regresado al pueblo, son dos a proseguirlas.
El anticuario fallecido poseía un cuaderno con anotaciones. A través de él, y de un mensaje oculto que ha dejado al darse cuenta de que el avance en la investigación ponía en peligro su vida, consiguen a contactar con una persona que les hará comprender el significado de símbolos, arcanos y leyendas ancestrales mientras les ayuda en la búsqueda de aquello que el anticuario llegó a descubrir pero no tuvo tiempo de poseer. Sin embargo, no deberán olvidar que la mano asesina, nunca fue descubierta.