Argumento de El Caso de la Chica de Ojos Color Miel
Dos hermosas mujeres, una morena, la otra rubia, una alemana, la otra rusa, se ven enfrentadas navegando en un remolcador de barcos que apesta a gasoil y se mueve como una cáscara de nuez en las aguas del Mediterráneo. La rusa gobierna el timón con mano firme mientras la alemana cocina deliciosos guisos para la tripulación, todos envueltos en una triple trama alrededor de Josechu, el principal personaje. Ni el temporal ni las intrigas hacen mella en la determinación de ambas jóvenes de cumplir la misión que tienen asignada, en una historia de aventuras salpicada de buena gastronomía, humor y erotismo. No hace falta ser navegante o practicar el deporte de la vela para contemplar admirados los barcos de recreo, grandes o pequeños yates, enormes cruceros con más pisos que muchos edificios, grandes superpetroleros, lanchas rápidas, barcos de guerra, o maquetas de naves antiguas. La admiración que reciben todas esas embarcaciones, ignora injustamente otro tipo de nave sin la cual no se concibe el normal desarrollo del transporte marítimo o fluvial y la eficaz labor de rescate y salvamento de otras naves y de vidas humanas en altamar.1