Mayorga indaga en el ángulo más oculto de la memoria trazando así una cartografía del cuerpo, del gesto y de la conciencia. Presente y pasado se interpelan para interrogarnos y ofrecer pistas de lo que está a punto de ocurrir. Si «hacerse preguntas es mucho más difícil que medir y dibujar», ¿cuáles son hoy las nuestras?
«La bajada a los infiernos de un texto órfico como El cartógrafo no transmite un mensaje de desconsolado nihilismo, ni una mórbida melancolía. Su lección definitiva tiene el sabor de la esperanza.» Alberto Sucasas, del epílogo.