John Torres apareció muerto en las letrinas de la base estadounidense de Bagram, en Afganistán. A Torres, un argentino nacido en Córdoba, le faltaban apenas dos meses para terminar su servicio y regresar a Texas para casarse. Estaba asqueado de la guerra por haber sido testigo de cómo algunos suboficiales utilizaban la repatriación de cadáveres de los soldados para hacer tráfico de heroína. El ejército entregó sin mayores explicaciones el cadáver a su padre, Juan Torres, un inmigrante argentino llegado a Estados Unidos, y éste comenzó una larga lucha para descubrir cómo había muerto su hijo. No dudó en enfrentarse a los servicios de inteligencia o a las presiones de los políticos hispanos de Chicago y pasó largas temporadas protestando frente al rancho de George W. Bush y la Casa Blanca. En el camino se encontró con una verdad aún más difícil de aceptar.