La relación genealógica ha determinado durante milenios la definición de las identidades de los pueblos europeos. No hay nación sin su correspondiente relato o relatos de origen. La yuxtaposición de las genealogías míticas de los pueblos de Europa hace posible reconocer en ellas un discurso común: una concatenación de textos unidos por una misma lógica de la exclusión, de la diferencia construida sobre la exaltación de lo Mismo y la negación de lo Otro. Motivos recurrentes, como la autoctonía, la elección divina, el monoteísmo precristiano, la pureza de la sangre o de la lengua aparecen en los distintos ámbitos culturales del Viejo Continente como soportes de variantes diversas de una narración única que desarrolla las virtualidades de las grandes materias narrativas de la Antigüedad pagana y bíblica.
Inspirándose en autores como León Poliakov, Umberto Eco, Claude Lévi-Strauss y Jan Assmann, entre otros, Jon Juaristi nos ofrece en El bosque originario un despliegue histórico de las diferentes manías de los orígenes que han aquejado a los europeos, desde la Grecia arcaica a la II Guerra Mundial, pero el eje diacrónico en el que se ordenan cronológicamente las sucesivas genealogías (griega, romana, caldea, escita, celta y aria) se abate sobre una sincronía poética que permite descubrir en todas ellas el fondo oscuro de una obsesión intemporal: la misma que ha constituido a Europa en sujeto de una historia de trágicas disensiones interétnicas.