Fue Sócrates el que comparó el alma humana con un auriga que intenta dominar a sus caballos: uno blanco, el poder de la inteligencia; otro negro, las bajas pasiones. Pocos acontecimientos de su joven vida le habían dado a Laurie Odell la oportunidad de aprender a dominar esos caballos. Pero el día en que, en aquel hospital de veteranos donde se recuperaba de las heridas causadas en Dunquerque, conoció a Andrew Raynes fue único en su corta vida, un día que la iluminó y convirtió en lógico y real aquello que él intuía de sí mismo y nunca había entendido por completo. Con Andrew todo se volvía cierto, él traía el amor y con el amor, el conocimiento de sí mismo. Mas con este descubrimiento comenzó para Laurie un viaje difícil de una comunidad, la de los soldados, a otra, la de los homosexuales, unidas por una corriente de aguas turbulentas. El auriga es una maravillosa novela histórica para la que no ha pasado el tiempo: todavía ilumina con éxito nuestros días.