«Koller: (Mirando a la izquierda.) ¡Qué soledad en las habitaciones del rey! (Mirando a la derecha.) ¡Qué multitud a la puerta del favorito!... Si yo fuera poeta satírico, mi empleo era el más a propósito... ¡capitán de guardias en una corte donde un médico es primer ministro, la mujer del médico reina y el rey nada! Ya se ve, ¡un rey débil y enfermo! ¿Quién ha de mandar? ¡Paciencia!... Para eso está aquí la Gaceta, que ve en eso nuestra mayor felicidad... (Leyendo para sí.) ¡Hola!... Otro decreto... «Copenhague, 14 de enero de 1772. Nos Cristiano VIII, por la gracia de Dios rey de Dinamarca y de Noruega, por la presente hemos venido en confiar a su excelencia el conde de Estruansé, primer ministro y presidente del consejo, el sello del Estado; y mandamos que todos los actos emanados de él se guarden, cumplan y obedezcan en todo el reino, sin más requisito que su sola firma, y aunque nos no pongamos la nuestra...» Ahora comprendo la causa del gentío que acude esta mañana a cumplimentar al favorito... ¡eh! ya es rey de Dinamarca... este decreto es una abdicación del otro... (Viendo llegar a Bergen.) ¡Ah! ¡vos aquí, querido Bergen!»