Y, sin embargo, este hombre, al parecer satisfecho, sigue siendo protagonista y sufridor de los más crudos aconteceres apocalípticos, llámense guerras fratricidas, genocidios perpetrados ante la pasividad o el consentimiento tácito de las naciones o muertes millonarias preparadas en laboratorios.
Sin duda, el Apocalipsis cristiano sigue siendo un testimonio de consolación y aliento para los sufrientes de todos los tiempos. Su lenguaje simbólico y su estilo profético revelan la dimensión trascendente de la historia humana, sometida siempre a violencia y dolor: Paul Claudel veía en Apocalipsis como un templo lleno de símbolos, cuyos significados se abren ante nosotros y se renuevan de era en era como los arcos y vidrieras de una catedral.