Pero El amargo don de la belleza es también la historia de una experiencia espiritual única en la historia del mundo antiguo: el nacimiento y ocaso de la primera religión monoteísta, promovida por el faraón Akenatón y su reina Nefertiti. El enigma de estos dos personajes se apodera del pintor Keftén, cuya obsesión se va haciendo extensible a la capital que la pareja real ha levantado como símbolo de su revuelta religiosa: la Ciudad del Horizonte de Atón, conocida también como la Ciudad del Sol.
El obsesivo amor de Keftén por Nefertiti alterna con la fatalidad que planea sobre la prodigiosa ciudad: así, la novela se convierte en una elegía a un mundo perdido, un canto a la belleza de las ruinas y una meditación sobre la caída de los imperios.
Alrededor de los personajes principales se desarrolla una intriga que enfoca con visión completamente original los dramáticos sucesos que determinaron la caída del primer monoteísmo. Terenci desentierra del olvido a los personajes históricos -el faraón niño Tutankamón, el general Horemheb, la poderosa reina madre Tii- convirtiéndolos en verdaderos seres humanos, cuyas cuitas y ambiciones alternan con los personajes de ficción, todo ello en una incursión respetuosa y llena de amor hacia una experiencia cultural y artística a todas luces excepcional.