Peter Decker fue el detective encargado del caso y, a lo largo de los años, mantuvo el contacto con Terry. Ahora su amiga estaba en Los Ángeles y le pedía un favor, pero el favor no tardó en complicarse cuando Terry y Donatti desaparecieron, dejando a Gabe, su hijo de catorce años, sin nadie a quien recurrir salvo a Decker y a su esposa, Rina Lazarus.
Pero Decker tuvo que compaginar la búsqueda de Terry con un truculento asesinato. La enfermera Adrianna Blanc había terminado su turno a las ocho de la mañana. Seis horas más tarde, un capataz que supervisaba la construcción de una casa en una urbanización cercana, descubrió su cuerpo colgado de las vigas con un cable eléctrico alrededor del cuello. Adrianna, una profesional concienzuda y entregada, disfrutaba también de las fiestas, del alcohol, del sexo fetichista y engañaba por venganza a su novio, Garth Hammerling.
Las sospechas aumentaron cuando Decker y su equipo descubrieron que una de las últimas llamadas telefónicas de Adrianna había sido un provocativo mensaje a su novio, que se encontraba de vacaciones y que también había desaparecido sin dejar rastro.
Por si compaginar dos investigaciones no fuera suficiente para él, las cosas no paraban de complicarse en su familia. Decker, que siempre había sido un padre preocupado, deseaba cuidar de Gabe, el hijo de Terry. Sin embargo, ¿quién protegería a su familia? Porque si algo tenía claro era que, con un sociópata como Donatti por ahí suelto, nadie estaba realmente a salvo.