Para asombro de todos, la identificación revela que se trata del primogénito de una aristocrática familia. Cuando el inspector Pitt y su esposa Charlotte empiezan a investigar el crimen, tropiezan con las reticencias de los padres del muchacho, decididos a impedir que se aireen ciertas cuestiones escabrosas. Una vez más, el caso pone de manifiesto las contradicciones entre apariencias y realidad en la Inglaterra victoriana.