Nuestro cuerpo está formado por 70 billones de células. De ahí la importancia del agua no sólo para nuestra salud sino para nuestra misma supervivencia , porque es la vida para esos 70 millones de millones de unidades que constituyen nuestro organismo.
Se comprende, así, que ante carencias más o menos significativas de agua, la célula no funciones adecuadamente y nuestro cuerpo se deteriore. Pero aunque no falte de un modo evidente, de manera que para nuestros sentidos su carencia sea imperceptible y no nos percatemos de que no estamos suministrados en cantidad suficiente a nuestras células el líquido de la vida, de todos modos sufren y envejecen prematuramente.
La intención de estas páginas es alertar al respecto, encender un foco rojo que no deberemos pasar por alto.
Ese suministro que con mucha frecuencia falta, proviene de una fuente principal: el agua que bebemos diariamente. Regalemos a nuestras células flores de agua, generosamente, en abundancia. Se trata de flores que ellas aman y que las mantienen vivas, lozanas y felices. Un sorbo de es par ellas como un pétalo; un litro de agua, o más, es como el ramo hermoso y vital que espera y necesitan; un regalo que debe ser constante, diario e invariable.
Debemos beber agua con amor y por amor a nuestro cuerpo; considerarla tan bella y gratificante como una rosa para nuestras células.