José Reveles desarrolla una interesante investigación que vincula a la ruta del tráfico de heroína con la desaparición de los 43 normalistas en el estado de Guerrero.
Échale la culpa a la heroína documenta cómo esta droga ilícita se ha convertido en la más importante y peligrosa en México. También ofrece una reveladora clave para entender el móvil del crimen contra los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa en 2014.
José Reveles es un periodista especializado en temas de derechos humanos, abusos de poder y la militarización del Estado mexicano, además de ser autor de Chapo: entrega y traición.
La pasta, el polvo blanco, la H, la goma, el caballo, la dama blanca, la reina, la chiva, el potro, son algunos entre muchos otros nombres que se le endilgan a la heroína en castellano. Durante décadas los traficantes mexicanos habían estado produciendo una heroína oscura, la llamada Mexican black tar, tan potente como la blanca, pero más barata y comúnmente considerada de menor calidad, porque no es lo mismo inyectarse una droga blanca o semitransparente que una de apariencia sucia y oscura.
Sin embargo, en esta obra, José Reveles pone en evidencia que hace por lo menos 10 años los narcos mexicanos desplazaron a los colombianos, mejoraron sus métodos y presumiblemente domesticaron una adormidera traída de Afganistán y del Triángulo Dorado del Sudeste Asiático. Posteriormente, con olfato empresarial, presintieron el cambio en las tendencias del consumo y migraron con destreza del negocio de la cocaína al más redituable de la heroína, fácilmente obtenida en México.
El estado de Guerrero, revela el autor, es un parque jurásico de las peores prácticas criminales y el municipio de Iguala es el principal punto de concentración de heroína en la región. Con esas consideraciones en mente, Reveles asegura que los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 entraron aquella noche, sin quererlo ni sospecharlo, en una zona de exclusión, en el reino podrido de la amapola, del opio, de la morfina y la heroína. Una geografía que no tolera presencias extrañas y en donde se produce más de la mitad de ese opiáceo que consumen los adictos estadounidenses.