Escondido tras coartadas religiosas o ideológicas, el terrorista nihilista tiene como objetivo la destrucción. «Mato, luego existo.» La noción de nihilismo está ligada a la crueldad, a su aceptación, su práctica y su justificación. El nihilismo es un concepto posideológico, que especula con el poder y se entiende como una capacidad para dañar. El nihilismo es peligroso física y psicológicamente: sus principios fundamentales son la corrupción, el terror y la destrucción. El desafío nihilista es tan antiguo como la civilización, y precisamente nuestra civilización se caracteriza por su resistencia al nihilismo.
Un espectro asedia de nuevo a las democracias y las inmoviliza. Nadie -se oye decir-, ningún experto, ningún analista, podía imaginar que algo así iba a suceder. Frente a lo imprevisible, nos quedamos paralizados por el estupor. ¿Cómo reaccionar? André Glucksmann nos invita a repensar la violencia absoluta a la luz de las grandes obras literarias. Escritores como Dostoievski, Flaubert, Pushkin o Chejov desvelaron hace dos siglos este derrumbamiento de valores.
La crítica ha dicho...
«El primer mérito de esta obra es despejar las innobles confusiones entre las luchas de los pobres y las de los neonazis de Bin Laden, entre los miserables que tienen motivos más que suficientes para sublevarse y los fundamentalista asesinos.»
Le Monde
«Un ensayo sobrecogedor en el que Clausewitz, Tucidides, Voltaire o Chejov se encuentran en la Zona Cero para formar una poderosa visión del teatro de ferocidades del siglo XXI.»
Le Nouvel Observateur