Todos deseamos que nos reconozcan y aprecien por nuestras cualidades, valores y aptitudes, cuando nos entrevistamos con alguien. Sin embargo, antes de llegar a ver cumplido ese deseo, hay que pasar la prueba de los dos primeros minutos de la entrevista, porque es en ese lapso de tiempo tan corto donde se forma el juicio que nuestro interlocutor hace de nosotros.
La primera impresión es duradera. Se fundamenta en cosas visibles, por ejemplo: un reloj, una joya, el color del traje, el estilo del vestido y en las interpretaciones inconscientes que hace de ellas nuestro cerebro. Por esta razón, los más mínimos detalles de lo que se ve y entiende adquieren una importancia capital.