Esta colección de doce relatos tiene como nexo común entre todos ellos la soledad en sus múltiples variantes y los efectos demoledores que causan en las vidas de los diferentes protagonistas, personas corrientes con sus grandezas y miserias, pero que ofrece cada uno de ellos su propia psicología, idiosincrasia y circunstancias personales que crean y conforman el mundo personal de cada uno de los personajes que habitan en cada uno de los relatos. Son historias independientes unas de otras; pero unidas en el ejercicio de un magistral recurso estilístico que, de forma sutil y casi imperceptible, los encadena entre sí. De esta forma, la colección de estas doce historias es como un amplio mosaico en el que cada relato es una tesela que, junto a las otras, forman la imagen final que crean un conjunto cromático en la intensidad de claroscuros, en el que las diferentes vidas se enlazan en un destino que está marcado por la soledad y sus estragos. Sin embargo, no es, por ello, una obra desesperanzada ni pesimista, porque en todas las historias siempre queda abierto el resquicio de la esperanza como única salvación posible para esas vidas marcadas por el desencanto y el desarraigo. Obra realista e intimista que ofrece un excelente estudio psicológico de los personajes ,por parte de su autora,, en las diversas historias que atrapan por su autenticidad y credibilidad. Deambulan sus protagonistas entre las páginas de cada relato con la profunda impronta humana de unas vidas atrapadas en soledades irredentas, a las que están abocados millones de seres en un mundo superpoblado, pero en el que la soledad los envuelve en sus angustiosas redes sin posibilidad de escape y redención que no pase por la propia capacidad de amar y la negativa a caer en la desesperación de un destino aciago. La prosa deslumbrante de su autora crea unas atmósferas intimistas y plenas de sugerencias en las que se muestra su gran capacidad narrativa, creadora de intensos mundos literarios en los que el lector queda subyugado por la narración de unas vidas marcadas por la soledad no deseada y a la que cada uno combate con sus propias y personales armas que van desde la aceptación a la angustia, desde la negación a la amargura o desde el odio al amor, como única vía de salvación de la soledad no deseada ni buscada, trampa mortal en la que muere toda esperanza.